<<Víspera del enfrentamiento en Donbás. Ucrania más dividida que nunca.>> por Laurent Geslin y Sébastien Gobert.
Le Monde Diplomatique en español, n 230
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Acojo el término de <<Nueva Rusia>> con cuidado. Acuñado en
el siglo XVIII de Catalina II por el imaginario colectivo ruso, extendía los territorios de Rusia desde Odesa, sobre el Mar Negro hasta Mariúpol,
sobre el Mar de Azov. Parece ser que muchos combatientes pelean por
esta causa y que, entienden que ambas repúblicas son sólo un trance
hasta que Rusia llegue a por ellos. A los independentistas republicanos les toca empezar a construir de entre las cenizas un estado y una industria a pesar de la presión política. Ante la falta de recursos sólo coopera el gobierno ruso con los famosos camiones de ayuda humanitaria y la sorprendente noticia del ejecutivo ucraniano de continuar con los suministros de gas y electricidad (aunque ha retirado salarios, servicios públicos y empresas del Estado, como era de esperar), al menos allí donde los tendidos y tuberías aún lo permiten.
Muchos desde las periferias se preguntan el porqué no unirse el DNR y el LNR (República Popular Autoproclamada de Donetsk y la misma de Lugansk). Según las entrevistas concedidas, subyace un miedo por ésta última a acabar anexionándose a Donetsk, y lo cierto es que cada una lidia con sus problemas a su manera.
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El Kremlin tan sólo respetó las elecciones del 2 de Noviembre, pero nada más. Algo claramente insuficiente para las pretensiones de estos hombres que deben hacer frente a una situación desesperada de casi posguerra, fábricas cerradas y carbón acumulándose en las minas.
Sin embargo no es de extrañar la indecisión rusa dada la presión diplomática sobre el asunto. Como sostienen Geslin y Gobert:
<<Moscú tendría mucho que perder con una nueva anexión después de la de Crimea. Por eso, las autoridades separatistas se empeñan en reforzar las estructuras estatales>>.
Sin su capacidad de exportación las repúblicas podrían ahogarse muy pronto. Son conscientes de este peligro, y no pueden más que nacionalizar las estructuras que quedan; con el peligro de que las empresas sean repartidas según "amiguismos".
Así, hasta que las relaciones diplomáticas no permitan otra salida, o Rusia reconozca éstas repúblicas -lo que desataría una reacción occidental impredecible-, estas zonas seguirán siendo una <<tierra de nadie>>. Mucho más habiendo sido abandonada, según ACNUR, por más de 830.000 personas tras la muerte de cuatro mil personas por la guerra.